93 min. Reino Unido (1964)
Dirección: Stanley Kubrick
Ficción. Apta. VOSE
La película que supone la sátira más despiadada sobre la Guerra Fría y el peligro atómico en la historia del cine. El director Stanley Kubrick alterna farsa y drama con un absoluto dominio técnico para narrar la trama. La puesta en escena es un prodigio de imaginación visual que redondea una obra maestra divertida y angustiante a partes iguales.
Nominada a los Óscar (película, director, actor y guion) y Premio BAFTA a la mejor película, film británico y dirección artística.
La destrucción del planeta y otras arquitecturas
En el ciclo propuesto para este curso presentamos dos facetas importantes de la especie humana en relación con su presencia en el planeta. Por un lado, la capacidad de autodestrucción desde que en 1945 se experimentó con la primera detonación nuclear y, por otro, la voluntad de proyectar y construir con el arte y la técnica de una de las disciplinas más antiguas: la arquitectura.
En el ámbito de la destrucción del planeta, existe un antes y un después en la crónica de la presencia humana en la Tierra. La frontera es el 16 de julio de 1945. En la localidad de Alamogordo, en Nuevo México, se llevó a cabo el primer experimento nuclear. Desde ese momento, la humanidad vive sometida a la certeza de una nueva capacidad: la autodestrucción total. En cuatro películas, exploraremos las consecuencias de esta certeza y la fragilidad del futuro común que hemos ido configurando.
En el otro extremo de la cuestión, en la arquitectura, frente a la barbarie que han significado algunas decisiones humanas, conocemos también la voluntad de satisfacer las necesidades más elementales de convivencia. A través del arte y la técnica de proyectar y construir edificios y entornos funcionales y estéticos, intentamos mejorar la vida en el planeta. En cuatro películas, veremos la importancia de la arquitectura en nuestras vidas a la hora de relacionarnos, los momentos decisivos en la historia y las expectativas de futuro de esta disciplina.
Comisariado por Jordi Teis